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Espejismo Patrimonial

Por Jorge Severino D.

Este 2023 se cumplen veinte años desde que la UNESCO declaró a la zona histórica de Valparaíso como Patrimonio de la Humanidad. Porteños y porteñas se ilusionaban con los venideros tiempos de una supuesta bonanza, comenzaba la gran fiesta que llenaría aún más de colores la ciudad. Pero nada de eso pasó, el viejo puerto se quedó inmerso en una pélicula en blanco y negro con pésimo elenco, actores y directores. En casi dos décadas patrimoniales poco y nada se ha avanzado, es más se ha retrocedido. Es curioso pero acá en Valparaíso las cosas se queman, se inundan o se derrumban. Triste destino. Es insólito que la Capital Cultural de Chile se de el lujo de cerrar teatros o cines y estos terminen transformados en Mall Chinos y / o estacionamientos, el que parece ser el negocio de moda en estos tiempos. Caminar por el alicaído plan de la ciudad, (si es que el comercio ambulante lo permite), es una experiencia surrealista en medio de los rayados, el hedor a orina, perros salvajes, rucos, basureros mal posicionados, autos mal estacionados y algún infaltable orate de los tantos que pululan por las viejas calles. En los cerros la realidad tampoco es diferente: abandono, paisajes ruinosos, ascensores oxidados por los años sin utilidad. Hacen aún más pesimista el ánimo del porteño errante. Son 20 años en que la joya poco a poco ha ido perdiendo su brillo, que las prioridades y las problemática a resolver es el lamento eterno porque no funcionaron unos petardos, un llanto patético y sin sentido dejando de lado el elemento vital para que las cosas funcionen: Buena Gestión, cultural, turística,deportiva, de seguridad ciudadana, y por sobretodo de querer a la ciudad, cuidarla y enseñar que formamos parte de este patrimonio, que somos su humanidad, más allá de las postales, el gatito del mercado y fiestas de tres días. Basta. Ojalá este vigésimo aniversario marque un punto de inflexión en todos los que se hacen llamar "agentes y gestores culturales" pero que en su vida han gestionado una completada, bingo o plato único. Aún así seguiremos teniendo la misma fe en esta ciudad de los bordes, porque el porteño es resiliente, tiene paciencia pero no le "venden la pescá".

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  • # REPORTAJES

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