El fin del espejismo

Dice La Tercera que esta crisis no la vio venir nadie. Mentira. La vio venir el 99,9% de las los chilenos y chilenas desde que el “milagro chileno” comenzó a mostrar la hilacha. Como dijo la colega Mónica Rincón, más que un oasis, Chile es un espejismo. Los vecinos del barrio nos miraban con una mezcla de envidia por la estabilidad socio política y un par de dudas permanentes en la cabeza: ¿cómo los chilenos no se rebelan contra tanto abuso del poder económico? ¿De dónde tanto respeto por las reglas abusivas? ¿Por qué tanta admiración por el orden? ¿Por qué tan poca vocación por el debate? (En la mesa no se habla ni de fútbol, ni de política ni de religión). Nos miraban así. Ya no. La tercera semana del mes de octubre de 2019 será recordada en los libros de historia. La Primavera de Chile le llamaron los más entusiastas tras las primeras horas de un caceroleo que empezó en Santiago por un alza en el pasaje del Metro pero que luego subió y bajó por este país con forma de ají. La gente salió en masa a protestar. En los carteles se leía: “No son 30 pesos, son 30 años”. El alza era el gatillante. Los chilenos se acordaron de sus jubilaciones de mierda, de los hospitales públicos en ruinas, de la educación que endeuda de por vida, de las cuentas de servicios básicos en alza permanente. La gente de saturó. Que paren el hueveo. Que Chile está enfermo de desigualdad. De inequidades cotidianas. De apellidos, de pitutos, de colegios, de universidades como clubes de polo más que como centros de construcción de pensamiento crítico ideas para llevarnos a un mejor lugar. La elite miope, egoísta y endogámica pensó que bastaba con las deudas para mantener en el miedo la población. El miedo a perder la pega. El miedo a envejecer. Pero cuando tienes poco o nada, el perder es casi una cuestión teórica: en realidad no hay nada que perder. Ni siquiera queda miedo para poder perderlo. ¿Los saqueos? Del terror. Muertos atrapados en el fuego del séptimo mandamiento vulnerado. Delincuencia atenta a la oportunidad. Dice el refrán: la ocasión hace al ladrón. Y acá a ratos pareció que alguien estaba dando las ocasiones. Camiones de marinos y soldados recorren la ciudad. Sus colegas de verde miran desde lejos a las personas sacar mercadería y televisores. A ratos parecía intencional. Cuando el Presidente Piñera sale por la tele a decir que en Chile estábamos en guerra, se podía confirmar la hipótesis: la violencia y el caos eran el correlato ideal para el discurso del gobierno puesto sobre las consecuencias de la violencia y los saqueos y no sobre las motivaciones de la molestia que tenía tres días después a los chilenos tocando la cacerola en todas las ciudades. Para la elite dos caminos: seguir con el relato del terror y a través del miedo alinear a los chilenos que temen más a los saqueos de encapuchados que a los negociados de las altas esferas que impactan negativamente en sus vidas todos los días. El otro camino: la elite se da cuenta que su miopía le saldrá más cara de lo previsto y que está dispuesta a pagar la cuenta antes (como anunció Andrónico aunque ningún otro súper millonario chileno lo siguió en su abordaje verbal) para reducir la profundidad de una crisis que hasta el cierre de esta crónica no estaba claro dónde podría terminar. Si es que alguna vez termina. Acá las fotos hechas en Valparaíso y el interior de la Región durante las históricas protestas del 19, 20 y 21 de Octubre de 2019.