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Luz Verde

Fotos Felipe Madrid, César Pincheira, Pablo Gaete. Texto: César Pincheira G.

Valparaíso ya tenía varias cortinas de negocios abajo antes de las jornadas de protestas que derivaron en saqueos en todo el centro y algunos cerros de la ciudad. A no engañarse: el comercio local agoniza lentamente desde hace un par de décadas a lo menos. La diferencia ahora fue que los establecimientos locales cerraron todos juntos al mismo tiempo en paralelo a la decena de tardes y noches en que masivamente grupos de porteños y gente de otros lados rompieron sus candados y rejas y procedieron a llevarse para la casa o para la barricada todo lo que pillaron. Que quede claro: la mayoría de los chilenos sufre porque está mal pelado el chancho y sabe que las raíces del malestar que explica las actuales movilizaciones se hunden varios años en las bases del modelo neoliberal que nos rige. Un porcentaje muy pequeño cree que es necesario destruir todo porque está todo mal (y las emprende hasta contra los semáforos). Más minúscula aún es la población que aprovecha la oportunidad que hace al ladrón y se mete a un local a través de un hoyo en la cortina para entregarse al pillaje porque se puede. El punto es que millones en sus casas cambiando de canal en la tele o tuiteando desde el celu no impactan tanto en la retina social y en los medios de comunicación como un centenar de tipos y tipas saliendo con ropa o zapatos o mercadería de un local comercial antes de que en algunos casos éste sea devorado por las llamas. El saqueo en un país acostumbrado a las góndolas repletas en los supermercados resulta perturbador. Sacrílego. Inquietante. Una fractura evidente e incómoda respecto del acuerdo tácito sobre cómo se deben hacer las cosas en este ahora ex oasis de la democracia y el orden establecido. Al momento de escribir estas líneas, buena parte de los locales comerciales del Plan estaban tapeados con planchas y perfiles de acero para evitar nuevos robos masivos. Al igual que los bancos de Argentina en la crisis del 2001, las entidades financieras de la calle Prat lucen con sus ventanales y puertas protegidos con latas y madera. El periodista Jorge Paredes, que vive a pocas cuadras del epicentro de las protestas, escribió en su Twitter: “A río revuelto, ganancia de soldadores al arco”. Una frenética ola de justificado miedo ante los saqueos empuja a decenas de comerciantes a tomar medidas urgentes: sacan la mercadería, cierran cortinas, pegan carteles pidiendo misericordia a los eventuales desvalijadores. ¿Le importará a los saqueadores las súplicas a no incendiar el lugar porque arriba de los locales comerciales viven familias inocentes? Como ha quedado en evidencia en múltiples registros, el actuar de Carabineros y otros uniformados resultó ser a lo menos poco efectiva en el control de los saqueos. Dos hipótesis: o se les dio la orden de dejar hacer en Valparaíso (luz verde para los saqueos con el consecuente impacto sobre la autoridad local que va a la reelección) o las fuerzas del Estado fueron superadas por el lumpen. Ninguna de estas hipótesis ha sido ni será reconocida por la autoridad. Dudas para acumular: ¿por qué la policía y los uniformados no actuaron con la misma dureza que con las marchas familiares y pacíficas que abundaron en el denominado “estallido social” de octubre del 2019? ¿Por qué organizaron los saqueos haciendo filas e indicando el modo de proceder a las personas que se dieron cita varios a días a ejecutar dicha faena? ¿Cómo es que en pleno toque de queda se registraron incendios en locales ya saqueados? ¿Por qué los carabineros liberaban a los saqueadores previamente retenidos por funcionarios de la Armada? ¿De dónde proviene la desfachatez de las autoridades militares a cargo del Estado de Emergencia para no responder a las legítimas preguntas de la prensa sobre los excesos en el uso de la fuerza por parte de uniformados en Valparaíso versus las imágenes de buena onda de sus colegas jugando vóley con manifestantes en la vecina Viña del Mar? ¿Quién dio las órdenes para actuar de esa forma? Ahora que el gas lacrimógeno se ha ido desvaneciendo en el aire porteño cotidiano (jamás en la historia de la ciudad hubo tanto gas lacrimógeno en sus calles), las cortinas abajo del comercio local revelan un panorama que ya era evidente antes de la actual crisis: la economía porteña en lo que respecta al consumo interno ha tocado fondo. Joan Manuel Serrat, en su tema Bienaventurados ironiza y acierta: “Bienaventurados los que están en el fondo del pozo, porque de ahí en adelante sólo cabe ir mejorando”. Los comerciantes locales sólo esperan que el catalán tenga razón.

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  • # César Pincheira G.
  • # Felipe Madrid
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