VER
Estamos frente a una imagen fotográfica en blanco y negro. La composición de la fotografía es horizontal. En el encuadre se ven ocho personas. El horizonte medio de la imagen está desplazado hacia arriba por lo que no es posible observar sus pies.
Las figuras humanas son todas masculinas. Todos de chaqueta. La mayoría con corbata. Uno o dos lucen uniforme. Al menos tres de ellos llevan armas en sus manos. Fusiles Kaláshnikov además de bolsas de municiones en el cinto. El personaje central y uno posterior llevan puesto un casco. Casi todos miran hacia arriba. Pareciera que intentan ver a lo lejos algo que se aproxima. Alguna amenaza que parece venir desde lo alto. Desde el cielo.
El grupo viene saliendo de un edificio sólido a través de una puerta grande. Tiene abierta una de sus enormes hojas. La otra permanece cerrada y recibe más directamente la luz al parecer de un flash. Esa iluminación con flash genera sombras sobre el edificio y en el suelo.
Al lado izquierdo de la imagen, sobre la cabeza de una de las personas armadas se ve lo que parece ser una mancha en el negativo o una clase de fibra que se interpuso entre la película y el lente al momento de la toma fotográfica.
SER
Salvador Allende era fotogénico. O al menos él lo pensaba a juzgar por las numerosas fotografías que lo registraron desde su juventud y durante su extensa carrera política y electoral.
Allende hizo su enseñanza básica y media en Valparaíso (versiones luego desmentidas situaban su nacimiento en este puerto). Valparaíso, ciudad fotogénica y primer puerto de Chile en recibir una cámara fotográfica. Por ello, la presencia de fotógrafos a su alrededor debió resultarle muy habitual desde su infancia.
La pose, que es la expresión consciente de la acción fotográfica de otro o yo mismo sobre mi persona, no le resultaba ajena a Salvador. Desde portadas en la prensa desde aquel entonces hasta stickers de mensajería en la actualidad, la imagen de Allende y su tradicional bigote y sus lentes de marco grueso lleva décadas habitando la visualidad chilena y global.
De hecho, hay cientos de fotos en la prensa local e internacional de él. Numerosos registros muestran al ex Presidente acompañado de diversos personajes de la política planetaria de aquellos años como Fidel Castro y líderes de la Unión Soviética como Nikkita Kruchev y en la Asamblea General de la ONU, situaciones que proyectaron su imagen a través del fotoperiodismo hacia todo el mundo.
Esta costumbre fotográfica que acompañó a Allende en su camino público se puede confirmar siguiendo el relato que se ha construido de sus últimas horas de vida. En éste se ha planteado que fue el propio Allende el que pidió la presencia de un fotógrafo que registrara la situación al interior del Palacio de La Moneda durante la mañana de aquel 11 de septiembre de 1973. En perspectiva, esa decisión se hace compatible con otras acciones que ejecutó ese día ya consciente que podría tratarse del último, como asomarse por un balcón de La Moneda, hacer llamadas telefónicas y realizar su histórico discurso radial grabado y emitido por Radio Magallanes, una de las pocas emisoras que no fue silenciada en las primeras escaramuzas de la asonada militar.
Incluso tras su deceso, existen imágenes fotográficas de su cuerpo sentado tras haberse disparado con el mismo fusil que le había regalado Fidel Castro meses atrás.
La historia de esa imagen también está llena de especulaciones y dudas y merece un proyecto aparte.
Con todo, las fotografías de Salvador Allende vistas en retrospectiva podrían interpretarse como un relato visual que cruza la historia reciente de Chile. También constituyen una narración que comienza, se despliega y concluye como una tragedia visual hasta inevitable.
HACER
Luis Orlando Lagos (1913-2007) fue el fotógrafo personal del Presidente Salvador Allende y es a quien la mayoría de las versiones planteadas hasta ahora identifican como el autor de la foto en cuestión.
Conocido como el “Chico Lagos” se desempeñaba como fotógrafo oficial de la presidencia de Chile durante el gobierno de la Unidad Popular y habría hecho la foto momentos después que el Presidente Allende le pidiera a los funcionarios abandonar el Palacio de La Moneda ante la inminencia de un bombardeo aéreo por parte de las fuerzas golpistas.
Esta versión la sostienen en la actualidad (2023) los organizadores del World Press Photo, el más importante certamen de fotoperiodismo del mundo que la distinguió en su momento como “la foto del año” de 1973 pero sin mencionar su autoría. De hecho, el premio lo recibió el editor fotográfico de The New York Times, Dane Bath.
Las fotos habrían sido gestionadas por la corresponsal de The New York Times en América Latina, Marvine Howe, quien aparte del golpe de Estado en Chile también cubrió otros conflictos en la región durante esos agitados años ‘70 y ‘80.
Tras esa operación clandestina de compra de negativos el diario The New York Times publicó la foto cuatro meses después del golpe de Estado pero todavía sin mencionar el nombre de su autor. La imagen apareció en la portada del periódico junto a otra foto en la que se ve a Salvador Allende hablando por teléfono, según se ha indicado, con un vocero de los uniformados golpistas a quien le estaría informando de su decisión de no rendirse.
Sólo tras la muerte de Luis Orlando Lagos a los en 2007, su familia reveló en una entrevista con el diario La Nación de Chile que el jefe de los fotógrafos de La Moneda durante la Unidad Popular habría sido quien inmortalizó el tenso momento. El miedo generalizado que se vivió tras la asonada militar estimuló el anonimato. Los militares podrían perfectamente tomar represalias contra el “Chico Lagos” por su cercanía con Allende. De hecho, fue su fotógrafo personal durante la campaña que lo llevó a la presidencia de la república.
LA OTRA VERSIÓN
Con todo, hay otra versión para describir la realización de la fotografía durante la mañana del 11 de septiembre de 1973. Esta segunda teoría plantea que la fotografía fue hecha por otra persona: Leopoldo Víctor Vargas (1933-2011), miembro del equipo de fotógrafos de La Moneda y funcionario de la Fuerza Aérea de Chile.
En un pormenorizado relato escrito por Hermes H. Benítez sobre la base de testimonios de familiares del fotógrafo, se plantea que en realidad la imagen forma parte de un reducido set de imágenes (6) que Vargas hizo con una cámara Canon el 11 de septiembre y que corresponden a las últimas de Salvador Allende con vida.
Acerca de este punto, también existe otra imagen realizada por el fotógrafo Horacio Villalobos en la que se ve a Allende asomado desde un balcón en el segundo piso de La Moneda. Y aunque su autor ha defendido su tesis de que la suya es realmente la última imagen fotográfica del primer mandatario antes de su muerte, lo cierto es que el dramatismo de la foto analizada en este trabajo la ha instalado a nivel global como el registro final del presidente.
Las imágenes que la familia de Vargas reclama como propias, habrían sido vendidas en 3 mil dólares a un estadounidense en una transacción llevada adelante en el barrio alto de Santiago. El mismo extranjero no identificado con certeza habría hecho llegar los negativos hasta la redacción de The New York Times donde fueron publicadas en portada en el mes de enero de 1974 acompañadas de textos donde tampoco se revela la identidad del autor.
El mismo relato plantea que Vargas fotografió a los presidentes en La Moneda (lugar al que llegó asignado por la Fuerza Aérea en las presidencias de Jorge Alessandri y Eduardo Frei Montalva), hasta el día mismo del golpe. Sin embargo, a los pocos días del hecho, se mantuvo haciendo fotos “oficiales” esta vez para los cabecillas de las fuerzas militares que llevaron adelante el alzamiento armado de 1973. De hecho, según afirma Benítez y la familia de Vargas a través de diversas publicaciones, en esas semanas posteriores al golpe hizo retratos a Augusto Pinochet y a los otros miembros de la junta de gobierno. La explicación de esta continuidad en su trabajo como fotógrafo de Allende a Pinochet en pocas semanas se derivaría de su condición de miembro de la Fuerza Aérea.
Vargas incluso aparece en una fotografía hecha por un reportero holandés en el Estadio Nacional, algunas semanas tras el golpe, haciendo fotos de filiación de los prisioneros que estuvieron detenidos en ese recinto deportivo, lo que refuerza esta idea de “continuidad laboral” desde el gobierno de la Unidad Popular hasta la dictadura militar. De hecho, según su propia familia indica, Vargas permaneció realizando tareas relacionadas con la fotografía para la Fuerza Aérea hasta su retiro.
La condición anónima del autor de la foto durante su circulación global y las posteriores controversias acerca de su origen, le ha dado hasta ahora un aura de misterio a esta imagen que en el año 2015 fue incluida por la Revista Time dentro de las 100 fotos más influyentes de la historia en un conjunto que incluye la primera foto de la historia e imágenes de episodios como el ataque a las Torres Gemelas, el desembarco de Normandía, el asesinato de John F. Kennedy, tensiones en el Muro de Berlín y la Guerra de Vietnam.