Imagen & Periodismo

  • PORTADA
  • REPORTAJES
    • + Historias
  • PROYECTOS
  • QUIENES
    • CONTACTO
elecciones valpo (1)
elecciones valpo (2)
elecciones valpo (2b)
elecciones valpo (3)
elecciones valpo (5)
elecciones valpo (5b)
elecciones valpo (6)
elecciones valpo (7)
elecciones valpo (10)
elecciones valpo (11)
elecciones valpo (11b)
elecciones valpo (12)
elecciones valpo (14)
elecciones valpo (16)
elecciones valpo (19)
elecciones valpo (18)
elecciones valpo (20a)
elecciones valpo (20)
elecciones valpo (20b)
elecciones valpo (23)

¿Te gustó?

Apreciar

Revisa otros artículos

Rockódromo 2018 Ver Valpo no es Chile Actual Big Babilonia Ver Tambores de guerra Ver Miren como sonríen Ver Patrias & Matrias Ver El otro Viña Ver Tan cerca, tan lejos Ver
Anterior Siguiente Volver a reportajes

Valpo no es Chile

Por César Pincheira / Valparaíso / 10 de diciembre de 2018

Valparaíso es una ciudad con vocación por los espejismos. Algunos la ven como una urbe decadente que ya ni siquiera puede avivar con ínfulas pintorescas las brasas casi apagadas de un pasado esplendoroso. Otros -sobre todo quienes viven aquí-, la miran y entienden con cariño profundo y respetuosos suspiros. Son dos visiones contrapuestas. Los primeros se quedan en el rechazo natural que provoca su superficie orinada, vieja y rayada. Los segundos, tal como cantaba el Gitano Rodríguez, se saben amarrados a ella como el hambre y la viven como si tuvieran puestos lentes de realidad virtual, igual que un enamorado, ciegos a los defectos de su media naranja. Valparaíso es una de las principales ciudades de Chile. Su casco histórico es Patrimonio Cultural de la Humanidad. Acá está el Congreso Nacional y el Ministerio de las Culturas. Pero está lejos de ser una ciudad linda en el sentido tradicional. Su población no llega a los 300 mil habitantes. Sus familias no pertencen a los grupos socioeconómicos ABC1. Ni C2. Acá la pobreza se vive en los cerros y se disimula en el centro. Pero todo eso es sabido. La novedad se abrió hace un año app con la llegada al poder de un alcalde que rompió el (des)equilibrio duopólico de la política chilena desde la salida de Pinochet de La Moneda. Entonces todos los ojos se dirigieron hacia Valparaíso: ¿quién cresta es este tal Jorge Sharp?, se preguntaban desde la televisión y los medios centralistas. No sabían que el joven abogado llegó a candidato tras ganar con 1.703 votos una primaria ciudadana que movilizó a cerca de 5 mil porteños por fuera del sistema tradicional. Claro, los electores porteños que lo hicieron alcalde un par de meses después tampoco sabían qué era el Movimiento Autonomista ni el Frente Amplio. Los porteños votaron por Sharp en primer lugar porque la ciudad se hundía en la decadencia y había que sacar a Jorge Castro de la municipalidad. En segundo término, porque el otro candidato era ridículamente malo: DJ Méndez. Se equivocan entonces quienes alucinan con masas ciudadanas movilizadas entonando himnos revolucionarios y llevando sobre sus hombros a Sharp hasta el edificio consistorial. Los porteños optaron por él porque era una alternativa al duopolio Alianza-Concerta, que durante décadas había demostrado su incompetencia a cargo de una ciudad con identidad pero que se hundía frente al mar. Sinceramente, era difícil que alguien lo hiciera peor. Otra cosa es el prestigio y cariño posterior que se ha ganado el joven alcalde: una serie de medidas oportunas como abordar la gigantesca deuda pública de frente a la ciudadanía, un nuevo trato con trabajadores claves (tomó desayuno con los operarios del aseo tras las celebraciones de Año Nuevo), suspender gastos innecesarios (cócteles de fin de año por ejemplo), poner como eje central la limpieza de las calles y una activa presencia en redes sociales para no depender de la hegemónica prensa local, han terminado por extender su luna de miel con los porteños más allá de lo que auguraron los pájaros negros del pesimismo inicial (muy joven, sin equipos, etc). ¿Los frutos políticos de Sharp? En Valparaíso ganó Beatriz Sánchez en la primera vuelta y desde acá se explica la llegada del primer y único senador del Frente Amplio al Congreso (Juan Ignacio Latorre). Acá vino el candidato oficialista a cerrar su campaña junto al ex presidente uruguayo Pepe Mujica. En un reporte del diario El País de España, redactado desde Chile por la periodista Rocío Montes, el ex jefe de campaña de Beatriz Sánchez, Sebastián Depolo, declaraba: “En poco tiempo hemos podido mostrar tanto el avance electoral como la capacidad de gestión de un gobierno local de nuevo cuño, como es la alcaldía ciudadana de Sharp. Valparaíso va un paso adelante de lo que nosotros estamos construyendo en todo Chile. Estamos tomando nota de las cosas que se están haciendo para replicarlas en otras ciudades”. No fueron pocos los que aplaudieron la posición de Sharp en orden a convocar a los viudos de Beatriz Sánchez para apoyar a Guillier en segunda vuelta, lo cual lo posicionó como uno de los liderazgos más nítidos e interesantes dentro de la izquierda chilena emergente. Mención aparte para su cumbia con la presidenta Bachelet. Hasta lo tieso de su danza quedó en segundo plano porque el baile -vaya paradoja del ritmo- se entendió como un gesto de madurez y pragmatismo político ante la posibilidad de que la derecha volviera a gobernar, una madurez que a la luz de los resultados se extraña en las nuevas generaciones de políticos derivados de los movimientos estudiantiles de 2006 y 2011. Y en lo que respecta al territorio que encabeza, su apuesta funcionó: en Valparaíso perdió Piñera (44,49%), siendo una de las pocas capitales regionales del país donde ello ocurrió. Pero Valparaíso no es Chile. Acá no hubo bocinazos, ni figuras de Pinochet alzadas en medio de la multitud, ni caravanas celebrando el retorno del ex presidente de derecha. Nadie se reunió en las plazas de Valparaíso. Por eso una buena parte de los porteños amaneció el lunes después de las elecciones con el rostro serio. El cielo nublado aportó con lo suyo al escenario gris. Porque Valparaíso es desde hace un rato la ciudad más progresista de Chile. Quizá porque no hay tanta plata y la condición de puerto ha empujado históricamente a sus habitantes a ser abiertos al mundo y sus novedades. Quizá porque tener un alcalde como Sharp les demostró que se puede saltar por encima del duopolio y esperar cosas positivas para la vida cotidiana (calles más limpias, menos despilfarro). Pero Valparaíso no es Chile y el domigo quedó demostrado. La pregunta que queda flotando es si el resto de Chile quiere parecerse a Valparaíso. Al menos en esta pasada, quedó claro que no. Debe ser porque no son de acá y no están amarrados como el hambre a la ciudad que aman.

Tipo de Artículo

  • # César Pincheira G.
  • # Portada
  • # REPORTAJES

categoría

  • INSTANTÁNEAS
  • PROYECTOS
  • Sin categoría
© huelladigital.cl 2025
Usa las flechas para navegar