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Valpo: 10 años después
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Valpo: 10 años después

Fotos y texto: Jorge Severino D.

Recuerdo haber celebrado hace 10 años con mis amigos en algún tugurio del Puerto el título que nos caía del cielo: ahora seríamos Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO. Era el año 2003, brindamos, celebramos y nos embriagamos. Más que mal habíamos nacido, criado y malcriado en esta ciudad, conocíamos sus recovecos, historia, penas y alegrías. Suponíamos que venían tiempos de verdaderos colores con una nueva inyección de energía y proyección hacia el mundo de esta vapuleada ciudad portuaria. Ha pasado una década de aquél hito para Valparaíso. Mis amigos están repartidos por diferentes ciudades y tugurios de Chile y el extranjero. Para los que seguimos viviendo acá, parece que la película se detuvo en la mitad. Al hacer una radiografía a través de la mirada, veo una ciudad alicaída, inerte y que incluso ha ido perdiendo su tan manoseada identidad. He visto como el retail se apoderó de antiguos teatros; como todo acá en Valpo parecía hundirse o incendiarse; he podido notar como el hambre y la avaricia hacen emerger proyectos inmobiliarios para tapar la vista de los cerros y en los bordes costeros tapando el sol y el mar a la verdadera Humanidad del Patrimonio, engañándonos con un falso desarrollo. Caminando por nuestras veredas, ésas que alguna vez nos cobijaron en algún sueño etílico, hoy adoptan una nueva clase de porteño, una especie de “neohippie” amante de la soya, los terremotos (ese trago blasfemo que combina vino con helado de piña) y los tambores a toda hora (sobre todo tarde). Hace un tiempo Roberto Ampuero, ministro de Cultura invitaba a través de tuiter a “echar una mirada” a una foto hecha desde su celular al barrio Patrimonial de la ciudad de Iquique y su recuperación. Reflexioné: ¿Y qué pasa con el Barrio Puerto? ¿Acaso la lamentable explosión sepultó definitivamente al sector? (el que alguna vez fue un importante nicho económico y comercial). En Valparaíso hay tantas ruinas como perros vagos, lugares abandonados por años que seguramente están borrados de las guías y postales del Sernatur, ¿Cómo podemos recuperar ese Patrimonio? Respuestas creativas sobran pero responsables de echarlas adelante faltan, desaparecen. Muchos hablan del “aprovechamiento de los espacios públicos”, pero acá en Valparaíso todo o la mayoría se prohíbe cuando de usar la calle se trata. ¿Cómo es posible que la ciudad siga palpitando si su corazón -que es la calle- está cerrada, física o mentalmente? Tratan de inyectarnos una cultura falsa, moldeada, que no nos gusta. Así, de Carnavales Culturales pasamos al Festival de las Artes, un evento tipo “ABC1” que erradicó al publico popular el que a fin de cuentas aportaba el color a la dicha festividad con sus comparsas y pasacalles. Al porteño no le interesan exposiciones de artistas de moda extranjeros o avecindados esnobistas, sino celebrar a su manera lo que para ellos era una oportunidad de compartir con la ciudad, donde todos ganan, desde el chofer de la micro, hasta el vendedor de maní. Pero eso hoy ya no existe o está en vías de desaparecer. Vaya paradoja: la ex cárcel hoy encierra y valida lo que vale la pena ver, pero siempre a pie de cerro. La cultura oficial no tiene idea de lo que pasa más arriba de la Avenida Alemania. Ahora sólo nos queda a esperar la gran fiesta de Año Nuevo. El gran momento en el los visitantes vienen a mear, a vomitar y a mirar la pirotecnia que las Municipalidades de Valparaíso y Viña ofrecen al pueblo. Otros también se abrazan pero a negocios millonarios: ya están por llegar también los estacionamientos subterráneos en nuestras plazas y cómo no, un mall en el corazón del borde costero. ¿Esta es la Cultura que queremos? Al menos yo no. La ciudad de los múltiples colores poco a poco se torna gris, navegando sin norte y que en algún momento naufragará como alguna embarcación de esas que duermen bajo la Plaza Sotomayor, hundiéndose en la ineptitud de una cultura temerosa de y para sólo unos pocos.

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