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La peste porteña

Por Jorge Severino y César Pincheira.

La mirada es sobre el hombro en el centro de Valparaíso por estos días. El otro es sospechoso de contagio. Uno mismo. Con sospechas crecientes sobre el abordaje de la pandemia por parte de las autoridades, no queda más que rehuir del riesgo. Los que pueden se encierran. Acá pocos, muy pocos, pueden. En las calles se vive casi normal salvo por las compras con mascarilla. No hay mucho comercio pero alcanza. La pobreza se aparece en las esquinas como siempre, pero hoy luce más angustiosa. Se mantienen los semáforos humanos en Bellavista con Condell. Andan menos autos y troles pero igual circula mucha gente en las calles a fines de abril. Las cadenas comerciales siguen atendiendo. Sus dependientes deben seguir alimentando a sus familias encerradas voluntariamente hace varias semanas. Algunos productos se agotan. El centímetro cúbico de alcohol gel está más caro que el de whisky. El comercio porteño ya venía en picada tras los saqueos que ocurrieron en medio de las protestas de fines del año pasado. El cierre de varias tiendas parece ser para siempre. En algunas ya vacías sólo se ve movimiento cuando alguien deja comida y agua a los perros de la calle que hoy también proliferan. Los porteños toman medidas. Cortan género y cosen. Las mascarillas que ahora sí son recomendables se apoderan de la oferta del escuálido comercio ambulante. Hábito ya casi asimilado: hacer fila afuera del supermercado. Entre octubre y diciembre del año pasado varios locales fueron quemados o saqueados. Pero el comercio más informal mueve mucha gente en Valparaíso. La feria de la Avenida Argentina sigue funcionando con medidas para promover el distanciamiento social. El domingo igual se instalan los vendedores de cachureos en el mismo lugar. Las zonas turísticas vacías. Los restoranes cerrados. Las plazas con gente. El puerto que sigue operando y un toque de queda que al menos en el centro se respeta harto. Por eso se ve circular sólo marinos (pocos), ambulancias, policías y recolectores de basura. El paisaje porteño se llena de mascarillas. Muchas artesanales. Otras recicladas pese a ser desechables. La búsqueda de la seguridad emocional aunque sea al enfrentar las calles de la ciudad en medio de una pandemia.

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  • # César Pincheira G.
  • # Jorge Severino D.
  • # REPORTAJES

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