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Puerto de luto

Por César Pincheira G.

Desde que el Congreso aterrizó en Valparaíso, todos los 21 de Mayo se viven acá de muchas formas pero jamás como un feriado. La ciudad y sus habitantes queda sometida bajo todo el peso del poder del Estado (cuenta presidencial), las fuerzas armadas (desfile en honor a Arturo Prat y su gente) y las demostraciones de fuerza de quienes protestan en la vía pública. Los porteños quedan así atrapados literalmente entre rejas que buscan proteger a unos y controlar a otros. Separados por escasas cuadras circulan vehículos con vidrios polarizados de políticos, descapotables de la presidencia y vehículos lanzaaguas de la policía. ¿Y los porteños? Algunos (los menos) están invitados a la ceremonia dentro del Congreso. Otros salen a protestar. Otros van a mirar a los uniformados del desfile militar. Pero hay un porteño, wanderino y guardia municipal, que le tocó trabajar en día feriado a sus 71 años. Le tocó cuidar un espacio que prácticamente nadie sabía que existía: dependencias del concejo municipal en la parte alta de un edificio antiguo que en su planta baja albergaba una farmacia. Este porteño se llamaba Eduardo Lara y el edificio donde murió atrapado en medio del humo y el fuego provocado por bombas molotov permanecía tres días después de las protestas rodeado de rejas y velas encendidas. Todos han lamentado su muerte. Unos cuestionan que estuviera trabajando por no contar con una pensión de vejez digna. Otros aprovechan de sacar provecho electoral. Otros empujan leyes para mayor control policial. Otros cuestionan a los observadores de derechos humanos por -según ellos- tomar partido por los vándalos y encubrirlos. Varios dardos apuntan a Carabineros que un año atrás casi mata a un joven con un chorro de agua y esta vez -a juicio de diversos testigos y según una tesis planteada por la propia presidenta Bachelet y su general director Villalobos- inhibió su acción haciéndolos operar con menor rigor ante las hordas de destructores de la ciudad por miedo a repetir la mala operación de 2015. Un mal chiste: el año pasado Carabineros hizo mal su trabajo y este año parece que no lo hizo. Dimes y diretes que pueden ser atendibles pero no ahora. Ahora esta ciudad castigada por el fuego nuevamente está de luto porque murió un viejo querido por muchos por culpa de unos brutos que a cada minuto parece que no los quiere nadie. Y eso sí que es injusto y triste y no debe pasar nunca más.

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